Hoy no hay conferenciante que se precie sin PowerPoint: cuatro diapositivas con fotos sugerentes (a menudo tópicas) y cinco eslóganes que expone aquí y allí. Tampoco hay consultor de empresa que no vaya pegado a su PowerPoint y, tal como demuestra Frommer, el mismo para vender a unos y a otros. El problema es que dicho programa ha colonizado el ejército, gobiernos, sanidad, educación y empresa. En El pensamiento PowerPoint (Península), ensayo sobre un programa que nos vuelve estúpidos, este periodista da significativos ejemplos muy bien documentados y de todos los campos que demuestran como este soporte nos lleva a un automatismo ciego, a ejecutar sin reflexionar.
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